viernes, 15 de diciembre de 2006

Una de televisión

Soy un gran consumidor de televisión desde mi más tierna infancia. Supongo que son las cosas de ser hijo único. La media de horas que he dedicado durante toda mi vida a mirar la caja de luz –me niego a llamarla tonta, no se insulta a quien se quiere– escandalizaría al Marqués de Tamarón, por otra parte, uno de mis personajes televisivos favoritos. Le conocerán si frecuentan las librerías o el programa del místico renacido Sánchez Dragó.

Sin duda uno de los formatos televisivos más acertados de los últimos tiempos es la saga de los Directo, léase, Madrid Directo y Andalucía Directo –los precursores– a los que ha acabado uniéndose el inevitable España Directo.

Para los lectores no iniciados, que supongo serán los residentes en el extranjero, les resumiré brevemente la fórmula. Siguiendo los postulados que se derivan del análisis situacionista-debordiano, tan pertinentes hoy en día, en los que la información periodística es sustituida por la noticia-espectáculo, un grupo de reporteros se traslada allá donde se produce la susodicha “noticia” para informar en directo de la misma, mientras la conductora del programa, desde el plató, nos introduce con el titular.

El tono general es abiertamente desenfadado. La gente normal –el target objetivo del programa– ya tiene bastantes preocupaciones como para que la tele le acabe de joder el día. A este fin responde una de las piedras angulares del éxito del programa: el casting de reporteros. Todos ellos, singularidades aparte, responden al prototipo de “hijo perfecto”. Han estudiado bien, han sido becarios inasequibles al desaliento y, finalmente, se les ha hecho justicia ante el regocijo de madres y abuelas que, cada tarde, muy ufanas, se sientan ante el televisor para constatar que la suya es una existencia razonablemente feliz.

Y llegamos al corazón del programa: la noticia.

Aparte del necesario carácter espectacular del acontecimiento del que se pretende informar, otro requisito fundamental del programa es que los hechos relatados apelen directamente al cerebro reptil. He leído se denomina así a la parte primigenia de nuestro cerebro que controla los impulsos de procreación, de alimentación y de alerta; es decir, la que le iguala a usted con el majadero de su vecino o con el fundador de la tristemente desaparecida secta Edelweiss. Dejando a un lado el primero de esos impulsos vitales, debido al horario infantil que ocupa en la parrilla de la programación, nos quedan los dos segundos.

Los estados de alerta, entre otros, responden a un estímulo que es pilar fundamental de este espacio: la meteorología extrema. En este mes de diciembre, el inevitable titular es del tipo “Pueblos congelados”. Uno a uno, los reportajes se suceden entre nevadas pertinaces, panaderos que no pueden llegar a su reparto diario en aldeas que se han vuelto inaccesibles, nieves en lugares insospechados como Almería y cosas por el estilo. En los meses cálidos, la noticia serán las temperaturas por encima de los 45º, los cortes eléctricos por culpa del uso masivo de aparatos de aire acondicionado o la sequía que asola a la mitad del país. Resumiendo espectacularmente; ola de frío, ola de calor.

En este punto, y hallándose el sagaz reportero en una pequeña y remota población de nuestra querida piel de toro, a merced de la adversa climatología, es momento para ocuparse del otro impulso vital primario. Toca paseo por la gastronomía local normalmente de la mano de unas encantadoras amas de casa que tienen a bien presentarnos las delicias culinarias de su parroquia y que, debido en buena parte a la hora de emisión del programa, justo cuando empieza a picar el gusanillo de la cena, suele tener unos efectos devastadores. Me pone una de torta del Casar, una de pimientos de Lodosa y una de calderillo bejarano.

A esta sucesión de fogones y ventiscas, se ha sumado en esta última temporada otra sección infalible; los trucos caseros. Ya no tema por esa mancha de tinta en la camisa o esa ralladura en su mueble favorito. Con unas gotas de limón y una tira de manteca de cerdo estará solucionado.

Mi abuela no se lo pierde y yo… tampoco.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola Jairo! Soy Héctor el amigo de Iván /polygon. Acabo de descubrir el blog. Permaneceré en sintonía. Viva Smog y la madre que lo parió.

Saludos.

Jairo dijo...

Pues queda así bautizado por ti este blog en su sección "comentarios".

Anónimo dijo...

Probando, probando.. en realidad no se si alguien va a leer esto. no me comunico demasiado por esta via pero si recibo señales de su lectura seguire asistiendo al encuentro de tus palabras querido Jairo. Mantente apretando el teclado que yo lo seguire desde buenos aires.
salud y abrazos
Gil Parranda

Anónimo dijo...

cágate,el del comment anterior no será Lisardo Iglesias,verdad?ajaajajaja
ya ví el diploma otorgado al susodicho en el flog de félix

Anónimo dijo...

lo lamento, me han descubierto facilmente. prontamente seguire en contacto.
lisardo iglesias

Jairo dijo...

Bienvenidos los argentinos y los que bautizan como les sale de los cojones.